domingo, 26 de febrero de 2012

LA FELICIDAD DEL PRIMER MUNDO


Los españoles, entre los ciudadanos menos felices del mundo


Los españoles, junto con los italianos, se encuentran entre los ciudadanos del mundo menos felices, según recoge una encuesta realizada por Ipsos y recogida por el semanario ´The Economist´, de la que se desprende la conclusión de que la riqueza no es garantía de felicidad. 

La encuesta, realizada a 19.000 personas adultas en 24 países, apunta que, a pesar del pesimismo económico, el mundo es más feliz que antes de que comenzará la crisis financiera. En concreto, el 77% de los participantes se describen a sí mismos como "felices", tres puntos porcentuales por encima del dato de 2007, y, entre ellos, el 22% como "muy felices". 

Sin embargo, el estudio recoge amplias diferencias entre países, que llevan a la conclusión de que los ciudadanos más felices tienden a estar en las economías pobres o de ingresos medios, mientras que los más tristes se encuentran en los países antes considerados como ricos, especialmente en Italia y España, donde sólo el 13% y el 11% de los ciudadanos aseguran ser "muy felices", respectivamente. 

Por ello, ´The Economist´ destaca que este estudio desafía las nociones habituales sobre los estados de ánimo de la humanidad, que identifican riqueza con felicidad. "El estudio de Ipsos muestra que los niveles más altos de felicidad reconocida no se dan en los países ricos, como uno esperaría, sino en los de bajos y medios ingresos, especialmente Indonesia, India y México", añadió. 

En las economías avanzadas, la felicidad va desde aquellas economías que están por encima de la media, como son los casos de Australia y Estados Unidos, donde el 28% de los encuestados se define como "muy felices", hasta los que están muy por debajo del promedio, como Italia y España.

Asimismo, el estudio, que no incluye a Grecia en la muestra, apunta que las mayoría de los europeos son más pesimistas que la media mundial. "Por lo tanto, los niveles de ingresos son, en todo caso, inversamente proporcionales a la felicidad. La percepción de la felicidad depende mucho más que del bienestar material", señala ´The Economist´.

En esta línea, el semanal recalca que hay que tener en cuenta que el nivel de felicidad y sus términos significan cosas diferentes en función de la persona, pero agrega que los mercados emergentes con mayor crecimiento no comparten el pesimismo de los países industrializados. 

Así, señala que los ciudadanos que se definen como "muy felices" aumentaron 16 puntos porcentuales en Turquía, diez puntos en México y cinco puntos en India. Además, apunta que el pesimismo es "desigual" incluso dentro de los propios países avanzados, ya que, por ejemplo, el número de personas "muy felices" en Japón aumentó seis puntos, a pesar del tsunami la crisis nuclear.
Sin embargo, la encuesta de Ipsos también subraya que el crecimiento en medio de la miseria global tampoco lo explica todo, dado que las mayores caídas en el índice de felicidad se han producido en grandes mercados emergentes, como Indonesia, Brasil y Rusia.

sábado, 11 de febrero de 2012

¿CUÁNTA MÚSICA HAY EN TÍ?

Cuánta música aún se puede hacer



"18 de Noviembre de 1995, el violinista Itzhak Perlman ingresó al escenario del Avery Fisher Hall, en el Lincoln Center de Nueva York.

Si alguna vez tuviste la suerte de asistir a un concierto de Perlman, sabrás que el simple hecho de ingresar al escenario no es un logro menor para él. Siendo niño, tuvo polio, y hoy se desplaza trabajosamente con muletas y unos refuerzos ortopédicos en ambas piernas. Verlo atravesar el escenario lentamente, es sobrecogedor. Camina dolorosamente pero con dignidad hasta llegar a su silla. Entonces se sienta lentamente, coloca sus muletas en el piso, afloja sus refuerzos ortopédicos, recoge un pié hacia atrás, y extiendo el otro hacia adelante. Luego se agacha y toma su violín, lo acomoda bajo su mentón, le da la señal al director, y comienza a tocar.A esta altura, la audiencia está acostumbrada a este ritual. Todos observan callados mientras él se desplaza hasta su silla. Permanecen sentados en respetuoso silencio mientras él afloja sus refuerzos, y lo esperan hasta que comienza a tocar.

Pero esta vez, algo anduvo mal.Justo cuando concluían los primeros compases, una de las cuerdas de su violín se rompió y salió disparada como un látigo por la platea. No había dudas de lo que significaba ese chasquido. Tampoco había dudas de lo que Itzhak tendría que hacer. Los que estábamos allí esa noche pensamos que tendría que ponerse de pie, calzarse los refuerzos nuevamente, tomar las muletas y retirarse del escenario, ya sea para conseguir otro violín, o para cambiar la cuerda rota.

Pero no fue así. En realidad esperó un momento, cerró los ojos, y le dió la señal al director para que comenzara de nuevo. La orquesta comenzo a tocar, y él tocó con tal fuerza y pasión, y con tal pureza como nunca antes lo habiá hecho.

Por supuesto, cualquiera sabe que es imposible tocar una obra sinfónica con sólo tres cuerdas. Lo se yo y lo sabés vos. Pero esa noche, Itzhak Perlman se negó a saberlo. Se lo podía ver modulando, cambiando, recomponiendo la pieza en su cabeza. En un momento, sonaba como si estuviera cambiando la afinación de las cuerdas para lograr sacarles nuevos sonidos que nunca antes habían emitido.

Cuando terminó, hubo un silencio absoluto. Entonces el público se puso de pie y hubo una ovación extraordinaria desde cada rincón de la sala. Todos lo aclamábamos a viva voz, y haciendo todo lo que podíamos hacer para expresarle cuánto apreciábamos lo que había hecho.

El sonrió, se secó el sudor de la frente, levantó su arco para pedir silencio, y dijo - modestamente, en un tono tranquilo, casi reverente - " A veces, es tarea del artista descubrir cuánta música aún se puede hacer con lo que a uno le queda..."Que frase! Quedó resonando en mi mente por siempre desde que la escuché.

¿Quién sabe? Quizás esta sea la definición de la vida - no sólo para los artistas, sino para todos nosotros. Un hombre que se preparó toda su vida para tocar música con un violín de cuatro cuerdas, en medio de un concierto se encuentra repentinamente con un violín de tres cuerdas.
Entonces hace música con tres cuerdas. Y la música que hizo esa noche con sólo tres cuerdas fue más hermosa, más sagrada, más memorable, que cualquiera que haya hecho antes cuando contaba con las cuatro cuerdas.

Tal vez nuestra tarea en este mundo cambiante, vacilante, desconcertante en el que vivimos, sea hacer música con lo que tenemos, y entonces, cuando eso ya no es más posible, sea hacer música con lo que nos queda.


"Jack Riemes, Houston Chonicle, 10-02-2001”