sábado, 10 de noviembre de 2012

Pistas para ayudar a enfrentar la depresión y acompañar a quien la sufre

Entrevista con Jean Vanier, fundador de la Comunidad del Arca 

«La depresión no es una enfermedad vergonzosa que hay que esconder unos a otros... Las heridas del corazón son realidades de la vida de las que ninguno está exento», considera Jean Vanier.

En esta entrevista concedida a Zenit, el fundador de la Comunidad del Arca profundiza en las causas de este azote del mundo moderno, y aporta vías útiles para hacerle frente, tanto para el enfermo como para quien está cerca de él.

Originario de Canadá, donde nació en 1928, Vanier es hijo de quien fue gobernador general del país. Entró muy joven en la marina militar, camino que abandonó en 1950 para seguir a Jesús, para buscar el Evangelio, para descubrir el sentido de nuestra vida y de nuestro mundo.

En 1964 fundó en Trosly-Breuil (Francia) El Arca, comunidad para y con personas con discapacidad psíquica. Hoy existen unas 130 casas de este tipo en una treintena de países en las que se comparte la vida y el trabajo.

En 1971, junto a Marie Hélène Mathieu, fundó Fe y Luz, movimiento que acoge a personas con discapacidad, a sus familiares y amigos, para compartir momentos de celebración y oración. Actualmente hay cerca de 1.500 comunidades en unos 80 países del mundo.

Jean Vanier escribió en 1999 un libro sobre «La depresión» de gran impacto en los países francófonos («La dépression», Editions du Livre ouvert), y traducido en varios idiomas.




--La depresión es una plaga de la sociedad actual. ¿Cómo afrontarla? ¿Cómo librar a las personas deprimidas de su padecimiento? Es un tema del que usted habla de buena gana...

--Jean Vanier: Es necesario hablar de la depresión, y hablar de ella como de la más humana y real de las cosas. La cuestión es saber dónde se sitúan los propios valores. Y la gran cuestión es que si se sitúan estos valores únicamente en los logros, en la fuerza, etcétera, se está descuidando una parte de uno mismo, una parte que es el niño, que es la mujer más frágil, que es una persona vulnerable. Salir de la depresión significa encontrar personas que te quieren no porque tu seas poderoso o porque hayas tenido éxito, sino por ti mismo, con tu fragilidad.

--Podemos decirnos esto a nosotros mismos o a las personas deprimida, ¿pero cómo pueden, una y otra parte, interiorizarlo verdaderamente?

--Jean Vanier: Nos encontramos ante un problema inmenso. No son sólo las medicinas las que pueden ayudar a las personas. Los fármacos pueden atenuar las angustias, pero la gran cuestión es: «¿Quiero descubrir lo que significa ser humano?». El ser humano ha nacido pequeño y morirá pequeño. ¿Estamos nosotros dispuestos a acoger nuestra fragilidad como es verdaderamente? Nos hallamos en una sociedad que rechaza este dato de hecho. Se rechaza a los débiles, se quiere descartar a los ancianos, se quiere apartar a los discapacitados y de quiere prescindir de nuestras fragilidades. Entonces, ¿cómo ayudar a las personas a reencontrar el significado de «ser humano»?

--¿Se puede percibir la depresión como una discapacidad mental?

--Jean Vanier: No es en absoluto una discapacidad mental. Un deprimido es lo que llamaría
un «discapacitado del ahogo». La depresión es una enfermedad del ahogo, de la energía. Desde algún lugar la energía es bloqueada. Y es éste bloqueo del aliento lo que causa desgraciadamente todo tipo de angustia, todo género de elementos en el propio interior que se quiere calmar. Así que el peligro es esconderse tras la televisión, refugiarse en el alcohol, en drogas, buscar algo nuevo en lugar de buscar dentro de uno mismo. ¡Y éste es el drama!

--Pero el problema del deprimido es justamente que no logra entrar dentro de sí mismo y que intenta buscar en el exterior las respuestas al propio malestar...

--Jean Vanier: Por lo tanto se necesita de alguien que le salga al encuentro. Pero es necesario que él mismo sienta la necesidad de cambiar un poco su vida, porque los bloqueos de la energía aparecen en el sentido de que se lanza a un terreno, por ejemplo, al éxito, olvidando otra parte de sí mismo. El ser humano es complejo. Hay que tener tanto la capacidad como el corazón; son necesarias las relaciones con las personas. Pero en estas relaciones no se trata de buscar dominarlas, sino de estar en comunión con ellas. Existe una parte de espiritualidad que es un movimiento interno que me ayudará a vivir y a descubrir que puedo hacer buenas cosas con mi vida. Ahí hay una cuestión de fe que toca todas las materias de la muerte, del fracaso, etcétera. Y con mucha frecuencia las personas han suprimido algo. Entonces es necesario ayudarlas a buscar en su intimidad más profunda. Pero el hecho importante es que no hace falta que sean muchos los que quieran cambiar a las personas. Debe haber personas que les aceptan como son. Cuando se quiere cambiar a las personas, en lugar de amarlas como son, se corre siempre el riesgo de un rechazo por su parte.

--Entonces, ¿cómo aprender a amar a estas personas? ¿Cómo ayudarlas en su ahogo?

--Jean Vanier: La verdadera cuestión que hay que plantearse es cómo ayudar a estas personas en nuestra pobreza, dado que ese ahogo es una falta de fuerza. Uno se encuentra pobre. Y cuando se está ante una persona deprimida, uno mismo se hace pobre. La cuestión es: cómo acoger al otro, como él es, con nuestras miserias y nuestro elemento de depresión frente a la depresión.

--¿Considera que todos están capacitados para acompañar a una persona deprimida hacia su liberación?

--Jean Vanier: Todos estamos sujetos a la depresión. Todos somos capaces de entrar en el mundo de la desesperación. Bernanos dice que para hallar esperanza es necesario bajar a los abismos de la desesperación. Pero para acompañar es necesario estar atentos, dado que cuando se habla de acompañamiento existe una especie de deseo de cambiar a la otra persona. Hay que amar a las personas en su depresión. Es la mejor manera de ayudarlas a salir de ella. Así que lo primero que hay que hacer para ayudar a una persona es empezar a cambiar nosotros mismos.

--El bienestar psíquico de los enfermos es su preocupación diaria. ¿Cómo percibe todo lo que se realiza actualmente en el plano médico, pero también en el plano social, para ayudar a las personas que padecen depresión?

--Jean Vanier: Para mí se trata de vivir en mi comunidad con personas que atraviesan altibajos. Por ejemplo, acabamos de acoger a una joven de 22 años que carece de familia, tiene una discapacidad mental y fue maltratada por una cuidadora. Está recién llegada y ha entrado en una fase de ligera depresión, pues uno de mis asistentes, al que ella apreciaba mucho, se tiene que marchar. ¿Cómo actuar de manera adecuada con ella, no obligarla a cambiar, sino aceptarla como es? Se trata de una joven con una necesidad inmensa de encontrar lo que jamás ha tenido. Se necesitará tempo, así que no debo emplear demasiado en preguntarme lo que ocurre alrededor. Es necesario que yo mismo busque hoy sentirme impotente ante una joven como ella, y ayudarle, a pesar de todo, estando cerca de ella.

domingo, 26 de febrero de 2012

LA FELICIDAD DEL PRIMER MUNDO


Los españoles, entre los ciudadanos menos felices del mundo


Los españoles, junto con los italianos, se encuentran entre los ciudadanos del mundo menos felices, según recoge una encuesta realizada por Ipsos y recogida por el semanario ´The Economist´, de la que se desprende la conclusión de que la riqueza no es garantía de felicidad. 

La encuesta, realizada a 19.000 personas adultas en 24 países, apunta que, a pesar del pesimismo económico, el mundo es más feliz que antes de que comenzará la crisis financiera. En concreto, el 77% de los participantes se describen a sí mismos como "felices", tres puntos porcentuales por encima del dato de 2007, y, entre ellos, el 22% como "muy felices". 

Sin embargo, el estudio recoge amplias diferencias entre países, que llevan a la conclusión de que los ciudadanos más felices tienden a estar en las economías pobres o de ingresos medios, mientras que los más tristes se encuentran en los países antes considerados como ricos, especialmente en Italia y España, donde sólo el 13% y el 11% de los ciudadanos aseguran ser "muy felices", respectivamente. 

Por ello, ´The Economist´ destaca que este estudio desafía las nociones habituales sobre los estados de ánimo de la humanidad, que identifican riqueza con felicidad. "El estudio de Ipsos muestra que los niveles más altos de felicidad reconocida no se dan en los países ricos, como uno esperaría, sino en los de bajos y medios ingresos, especialmente Indonesia, India y México", añadió. 

En las economías avanzadas, la felicidad va desde aquellas economías que están por encima de la media, como son los casos de Australia y Estados Unidos, donde el 28% de los encuestados se define como "muy felices", hasta los que están muy por debajo del promedio, como Italia y España.

Asimismo, el estudio, que no incluye a Grecia en la muestra, apunta que las mayoría de los europeos son más pesimistas que la media mundial. "Por lo tanto, los niveles de ingresos son, en todo caso, inversamente proporcionales a la felicidad. La percepción de la felicidad depende mucho más que del bienestar material", señala ´The Economist´.

En esta línea, el semanal recalca que hay que tener en cuenta que el nivel de felicidad y sus términos significan cosas diferentes en función de la persona, pero agrega que los mercados emergentes con mayor crecimiento no comparten el pesimismo de los países industrializados. 

Así, señala que los ciudadanos que se definen como "muy felices" aumentaron 16 puntos porcentuales en Turquía, diez puntos en México y cinco puntos en India. Además, apunta que el pesimismo es "desigual" incluso dentro de los propios países avanzados, ya que, por ejemplo, el número de personas "muy felices" en Japón aumentó seis puntos, a pesar del tsunami la crisis nuclear.
Sin embargo, la encuesta de Ipsos también subraya que el crecimiento en medio de la miseria global tampoco lo explica todo, dado que las mayores caídas en el índice de felicidad se han producido en grandes mercados emergentes, como Indonesia, Brasil y Rusia.

sábado, 11 de febrero de 2012

¿CUÁNTA MÚSICA HAY EN TÍ?

Cuánta música aún se puede hacer



"18 de Noviembre de 1995, el violinista Itzhak Perlman ingresó al escenario del Avery Fisher Hall, en el Lincoln Center de Nueva York.

Si alguna vez tuviste la suerte de asistir a un concierto de Perlman, sabrás que el simple hecho de ingresar al escenario no es un logro menor para él. Siendo niño, tuvo polio, y hoy se desplaza trabajosamente con muletas y unos refuerzos ortopédicos en ambas piernas. Verlo atravesar el escenario lentamente, es sobrecogedor. Camina dolorosamente pero con dignidad hasta llegar a su silla. Entonces se sienta lentamente, coloca sus muletas en el piso, afloja sus refuerzos ortopédicos, recoge un pié hacia atrás, y extiendo el otro hacia adelante. Luego se agacha y toma su violín, lo acomoda bajo su mentón, le da la señal al director, y comienza a tocar.A esta altura, la audiencia está acostumbrada a este ritual. Todos observan callados mientras él se desplaza hasta su silla. Permanecen sentados en respetuoso silencio mientras él afloja sus refuerzos, y lo esperan hasta que comienza a tocar.

Pero esta vez, algo anduvo mal.Justo cuando concluían los primeros compases, una de las cuerdas de su violín se rompió y salió disparada como un látigo por la platea. No había dudas de lo que significaba ese chasquido. Tampoco había dudas de lo que Itzhak tendría que hacer. Los que estábamos allí esa noche pensamos que tendría que ponerse de pie, calzarse los refuerzos nuevamente, tomar las muletas y retirarse del escenario, ya sea para conseguir otro violín, o para cambiar la cuerda rota.

Pero no fue así. En realidad esperó un momento, cerró los ojos, y le dió la señal al director para que comenzara de nuevo. La orquesta comenzo a tocar, y él tocó con tal fuerza y pasión, y con tal pureza como nunca antes lo habiá hecho.

Por supuesto, cualquiera sabe que es imposible tocar una obra sinfónica con sólo tres cuerdas. Lo se yo y lo sabés vos. Pero esa noche, Itzhak Perlman se negó a saberlo. Se lo podía ver modulando, cambiando, recomponiendo la pieza en su cabeza. En un momento, sonaba como si estuviera cambiando la afinación de las cuerdas para lograr sacarles nuevos sonidos que nunca antes habían emitido.

Cuando terminó, hubo un silencio absoluto. Entonces el público se puso de pie y hubo una ovación extraordinaria desde cada rincón de la sala. Todos lo aclamábamos a viva voz, y haciendo todo lo que podíamos hacer para expresarle cuánto apreciábamos lo que había hecho.

El sonrió, se secó el sudor de la frente, levantó su arco para pedir silencio, y dijo - modestamente, en un tono tranquilo, casi reverente - " A veces, es tarea del artista descubrir cuánta música aún se puede hacer con lo que a uno le queda..."Que frase! Quedó resonando en mi mente por siempre desde que la escuché.

¿Quién sabe? Quizás esta sea la definición de la vida - no sólo para los artistas, sino para todos nosotros. Un hombre que se preparó toda su vida para tocar música con un violín de cuatro cuerdas, en medio de un concierto se encuentra repentinamente con un violín de tres cuerdas.
Entonces hace música con tres cuerdas. Y la música que hizo esa noche con sólo tres cuerdas fue más hermosa, más sagrada, más memorable, que cualquiera que haya hecho antes cuando contaba con las cuatro cuerdas.

Tal vez nuestra tarea en este mundo cambiante, vacilante, desconcertante en el que vivimos, sea hacer música con lo que tenemos, y entonces, cuando eso ya no es más posible, sea hacer música con lo que nos queda.


"Jack Riemes, Houston Chonicle, 10-02-2001”